miércoles, 20 de junio de 2018

Sobre la unción a los enfermos

A menudo sinónimo de muerte, la extremaunción a veces da miedo. ¿Un error? Sin duda

A partir del siglo III, la Tradición apostólica nos refiere a la fórmula de la bendición del óleo. En el 416, el papa Inocencio I habla de la unción necesaria para una serie de enfermedades. Sin embargo, es en 1173 cuando el sacramento de los enfermos hace aparición oficial bajo el nombre de extremaunción o sacramento de los moribundos.
Su fuente principal se encuentra en la Epístola de Santiago (5:14-16): “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”.
Hasta el siglo XX, el sacramento de los enfermos era un anuncio de muerte inminente, regularmente ilustrado en la literatura de los siglos XVIII, XIX y XX. Es tal el miedo que provoca, que no muchos se atreven a solicitarlo.

La reforma del Vaticano II: punto de inflexión

Durante el Concilio Vaticano II, en 1972, la extremaunción toma el nombre de “unción de los enfermos”. El objetivo es retirar esa perspectiva extrema, por no decir trágica.
Así pues, esta reforma extiende el sacramento a todos los enfermos, personas de avanzada edad u otras personas en situación frágil, y no solamente a los agonizantes. Lejos de la muerte, se convierte en un sacramento de vida.

¿Un sacramento ilimitado?

En cierto modo sí, en efecto, igual que el sacramento de la eucaristía y de la confesión. En la práctica, se concede cuando se sufren problemas de salud.
Puede ser al principio o al fin de una enfermedad grave o si se padece un gran sufrimiento moral (cáncer, gripe grave o depresión, por ejemplo). También puede volverse a dar en un momento de empeoramiento significativo de la enfermedad.
Solo la eucaristía dada como viático, última comunión para el enfermo, sigue siendo sinónimo de muerte cercana.

¿Cómo se desarrolla este sacramento?

El sacramento de los enfermos, como todo sacramento, es una celebración litúrgica y comunitaria. Puede tener lugar en el hospital, en una casa particular, durante una celebración comunitaria o un peregrinaje. Únicamente los sacerdotes pueden administrarlo.
La Iglesia exige que el enfermo esté consciente (y vivo, claro está) ya que debe poder ser voluntaria. De todas formas, en caso de duda y con la muerte inminente, el sacerdote puede decidir de manera diferente.
Para el desarrollo de la celebración, el sacerdote impone las manos en silencio antes de consignar la unción con el óleo de los enfermos.
Este óleo habrá sido bendecido necesariamente con antelación por el obispo (el único capacitado para esta bendición) durante la Semana Santa.
El sacerdote entonces pronuncia estas palabras: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo”. Luego: “Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. El enfermo habrá de responder “Amén” después de cada una de las frases.

¿Por qué un sacramento de los enfermos?

El sacramento de los enfermos es un remedio para dar fuerzas al alma y al cuerpo, así como para otorgar valor para afrontar la prueba de sufrimiento. Es también un medio para que el enfermo se reconcilie consigo mismo, con sus seres queridos y con Cristo.

Publicado por AMAURY BUCCO en Aleteia

¿Qué hacer cuando nos toca vivir el sufrimiento y la enfermedad?, pregunta el papa Francisco

A propósito de la aprobación en Italia de la ley sobre el testamento biológico

En Italia ha causado sensación el caso de DJ Fabo, un hombre de Milán de 40 años amante de la música, los viajes y la vida, pero que a raíz de un grave accidente de auto ha quedado ciego y tetrapléjico. No se trata de una enfermedad rara. Sin embargo, su caso tiene algo en común con ella: el sufrimiento que comparten familias y pacientes cuando un pariente está postrado en una cama o silla de ruedas y la ciencia aún no desvela una cura.
“Agradezco a quien me ha quitado el peso de este infierno de dolor”, fueron las ultimas declaraciones de DJ Fabo desde una clínica en Suiza (donde es legal el suicidio asistido) antes de que con la boca hiciera ‘clic’ para apagar la máquina que lo mantenía con vida.
La prensa interpela a las instituciones italianas sobre la actualidad del debate del suicidio asistido. La Iglesia no cede en la defensa de la vida hasta el final.
¿Qué sucede en nuestro corazón cuando nos sentimos presos de la “desolación espiritual”? Es la pregunta oportuna y aunque distante del tiempo de los hechos, que el papa Francisco planteó en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, centrada en la figura de Job, el pasado 27 de septiembre de 2016.
Francisco exhorta a pedir al Señor tres gracias: “la gracia de reconocer la desolación espiritual, la gracia de rezar cuando estemos en esta situación, y la gracia de acompañar a las personas que sufren momentos desesperados de tristeza y desolación espiritual”.
Sin pretender dar una respuesta unívoca a tema tan complejo como el del sufrimiento humano, la cuestión siempre actual es cómo actuar ante una tragedia familiar o una enfermedad grave. Así, Francisco destaca la importancia del silencio y de la oración para vencer momentos difíciles.
El Papa admite que “antes o después todos vivimos una gran desolación espiritual”. “¡Es mejor la muerte!”, es el desahogo de Job. “Mejor morir que vivir así”, constata tras la Primera Lectura en esa homilía.
¿Cómo acompañar en ese momento a quien sufre? 
De esta manera, ilustra que en el Libro de Job se habla del silencio de los amigos. Ante una persona que sufre, destaca el Papa, “las palabras pueden hacer mal. Lo que cuenta es estar cerca, hacer sentir la cercanía “sin hacer discursos”.
Silencio, presencia y oración, así se ayuda al que verdaderamente sufre, explica. “Cuando una persona sufre, o está en un proceso de desolación espiritual”, retomó aquel día, “se debe hablar lo menos posible y se debe ayudar con el silencio, la cercanía, las caricias y la oración ante el Padre”.
La intimidad del dolor de cada enfermo y de su entorno forman parte del misterio de Dios y de la vida. En los casos más dramáticos, el papa Francisco ya lo ha dicho varias veces: cuando no se comprende el dolor y la enfermedad de los inocentes, de los niños, en ese momento es mejor contemplar en silencio la Cruz de Jesús.
¿Cómo enfrentar la desolación espiritual? 
Francisco delinea tres consejos espirituales muy útiles cuando vivimos momentos de desolación espiritual y sufrimiento:
“Primero, reconocer en nosotros los momentos de desolación espiritual, cuando estamos en la oscuridad, sin esperanza y preguntándonos por qué”.
Segundo, rezar al Señor con el Salmo 87, como Él nos enseña, en el momento de oscuridad: ‘Llegue hasta Ti mi oración, Señor’.
Tercero, cuando me acerco a una persona que sufre, ya sea por enfermedad o cualquier sufrimiento, pero que está en esta desolación, silencio. Pero este silencio con amor, cercanía, caricias. No hacer discursos que al final no ayudan y que, además, hacen mal”.
¿Cómo rezar? 
Por otro lado, subraya el cobijo de la oración. ¿Qué debemos hacer cuando nos toca vivir estos momentos oscuros?’, pregunta. En el salmo número 87 está la respuesta: “Llegue hasta ti mi oración, Señor”. Es necesario rezar, dice el Papa, rezar fuerte, como hizo Job: gritar día y noche para que Dios nos escuche.
Es una plegaria que pueden hacer familiares y personas que sufren y yacen inmovilizadas, martirizadas por el dolor. ‘Señor, estoy cansado de desventuras. Mi vida está al borde del infierno. Me cuentan entre los que bajan a la fosa, estoy sin fuerzas’. ¡Cuántas veces nos hemos sentido así, sin fuerzas…”, es una oración de llamar a la puerta, ¡pero con fuerza!
“Señor, me has lanzado a la fosa más profunda. Pesa sobre mí Tu furor. Llegue hasta Ti mi oración’. Esta es la oración: así debemos rezar en los momentos más duros, más oscuros, más desolados, más aplastantes. Rezar con autenticidad. Y también desahogarse como hizo Job, como un hijo”, enseña Francisco.

Publicado por Ary Waldir Ramos Díaz en Aleteia 

Qué cosas no decirle a una persona con cáncer

¿Cuál creen que es la pregunta que se le hace más comúnmente a una persona que tiene o tuvo cáncer? Si pensaron “¿Cómo estás?”, acertaron.
Sin embargo, por atentas que parezcan esas palabras, a menudo no son de ayuda e incluso pueden ser dañinas. En una fiesta familiar que tuvo lugar un año después de mi propio tratamiento contra el cáncer, un pariente lejano me preguntó justo eso. Le contesté: “Estoy bien”. Él insistió: “¿De verdad estás bien?”.
“De verdad”, le dije. Pero ¿y si no lo hubiera estado? ¿Me habría gustado ponerme a describir las malas noticias médicas en lo que se suponía que era un evento divertido?
Un diagnóstico de cáncer puede dejar mudos a los amigos y familiares, o bien provocar que hagan comentarios inapropiados, aunque su intención sea buena. Algunos que no saben qué decir, simplemente evitan por completo al paciente con cáncer, un acto que puede ser más doloroso que si dijeran o hicieran algo inadecuado.
un nuevo libro, Loving, Supporting, and Caring for the Cancer Patient, escrito por un hombre que recibió tratamiento para combatir un cáncer que ponía en riesgo su vida y que ha dado asesoría a decenas de otros que también padecen esta enfermedad, me puso a pensar en la mejor manera de hablar con alguien que enfrenta el cáncer: su diagnóstico, tratamiento y secuelas. El autor del libro, Stan Goldberg, es un especialista en comunicación, profesor emérito de trastornos de la comunicación en la Universidad Estatal de San Francisco.
Goldberg descubrió a la edad de 57 años que padecía una forma agresiva de cáncer de próstata. En una entrevista comentó que los pacientes con cáncer con frecuencia se topan con personas que adoptan el papel de animadores y dicen cosas como: “No te preocupes”, “Vas a estar bien”, “Vamos a enfrentar esto juntos”, y “Van a encontrar una cura”.
Sin embargo, comenta, “las palabras de aliento pueden funcionar a corto plazo, pero a la larga pueden generar culpa si el cáncer es más agresivo y vence todos los esfuerzos de la persona”.
El Dr. Goldberg sugiere a las personas que, cuando visiten a un paciente con cáncer, hablen menos y escuchen más. Recomienda participar “más en conversaciones y menos en intercambios de preguntas y respuestas”. Si se hacen preguntas, deben ser abiertas, como: “¿Quieres contarme sobre tu cáncer y lo que estás pasando? Tal vez pueda encontrar alguna forma de apoyarte”.
Entre los varios “no” sugeridos por el experto, están los siguientes:
• No llame la atención sobre los cambios físicos del paciente diciendo cosas como: “Por lo menos te deshiciste de esos kilos de más”.
• No le diga al paciente que tiene suerte de padecer un tipo de cáncer y no otro, pues esto minimiza lo que la persona está enfrentando. No hay nada afortunado en tener cáncer, incluso si es uno de los “buenos”.
• No dé información sobre tratamientos no probados ni referencias de doctores de práctica dudosa.
• No sugiera que el estilo de vida de la persona es el causante de la enfermedad, incluso si en efecto puede haber contribuido. La culpa no ayuda. Muchos factores influyen en los riesgos de presentar cáncer; incluso para los fumadores de toda la vida, padecer cáncer a menudo es pura mala suerte.
• No sermonee al paciente sobre mantenerse positivo, lo que puede generar sentimientos de culpa en el paciente si las cosas no salen bien. Es mejor decir: “Cuentas conmigo, sin importar lo que suceda”, y decirlo de corazón.
• No pregunte sobre el pronóstico. Si el paciente brinda esa información, está bien, hablen sobre sus implicaciones. De lo contrario, es mejor contener su curiosidad.
• No se convierta en una carga para el paciente por sus propios sentimientos de desánimo, aunque está bien decir: “Lamento que te haya pasado esto”. Si se siente abrumado por la posibilidad de interactuar con una persona con cáncer, es mejor expresar “No sé qué decir”, antes que no decir nada o evitar a la persona por completo, pues puede sentirse abandonada o pensar que a uno no le importa.

Publicado por Jane Brody en The New York Times 

miércoles, 9 de mayo de 2018

El curioso origen de la morfina

La morfina fue aislada del opio por el farmacéutico alemán Friedrich Wilhelm Sertürner en 1806, quien realizó su descubrimiento, trabajando en la rebotica, cuando aún era un joven aprendiz. 
Disolvió opio en un ácido y lo redujo con amoníaco, finalmente obtuvo unos cristales (de color gris-amarillento) que probó en perros y gatos, comprobando su alto poder hipnótico.
En una ocasión, durante un terrible dolor de muelas, Sertürner fue más allá. Tomó una pequeña cantidad de esta sal, sintió un gran alivio e inmediatamente se quedó dormido. Cuando despertó (8 horas después) se levantó sin la más mínima molestia. Había conseguido un fármaco realmente eficaz contra el dolor. El siguiente paso era saber qué sucedía si aumentaba o disminuía la cantidad. 
Decidió tomar, él mismo junto a tres jóvenes voluntarios, diferentes cantidades. Durante el experimento, los cuatro sintieron sensaciones distintas: de felicidad, mareo, somnolencia, confusión y por último fatiga excesiva. 
Tras el ensayo, Sertürner llegó a la conclusión de que 15 mg de esta droga era la dosis óptima para el hombre y la bautizó con el nombre de morfina, inspirándose en el dios griego del sueño: Morfeo.
Friedrich Wilhelm Sertürner murió deprimido y adicto a la morfina (en Hameln el 20 de febrero de 1841), sin ser consciente de todo el potencial de su descubrimiento. Un reconocimiento que llegaría unos años más tarde, tras la invención de la jeringuilla y por tanto la medicación intravenosa.

Médico en tu casa

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Poema


Voluntad anticipada

Programa de OnceTv Diálogos en confianza con el tema Voluntad anticipada

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"El secreto mejor guardado de la medicina: morir no es tan malo como se cree"

"En mi humilde opinión, morir no es tan malo como uno esperaría".
Así ve la muerte Kathryn Mannix, una médica británica pionera en cuidados paliativos, que ha dedicado su carrera a tratar pacientes con enfermedades incurables o en los últimos estadios de su vida.
Para la autora de "With the End in Mind: Dying, Death, and Wisdom in an Age of Denial" (Con la muerte en mente: morir, muerte y sabiduría en la era de la negación), la sociedad nos lleva a evitar hablar de este proceso e incluso a reemplazar la palabra muerte con eufemismos. Esto, explica, hace que nos resulte mucho más difícil lidiar con la pérdida de un ser querido.

BBC Ideas, una plataforma de videos cortos de la BBC que explora ideas que cuestionan las verdades establecidas, recogió su testimonio.
Nosotros hemos dejado de hablar sobre la muerte.
Hemos dejado de usar la palabra morir (que en inglés dying) y usamos otras similares.
En vez de decir que alguien se está muriendo, decimos que está 'seriamente enfermo'.
Y las familias no entienden que se acerca el momento de la muerte cuando se usan estas palabras.
Eso es un gran problema, porque cuando la familia está junto a la cama de alguien muy enfermo, que está por morir, no saben qué decirse entre ellos o a la persona que se está muriendo.
La persona que se está muriendo tampoco sabe qué decir, ni qué esperar, y puede que esté preguntándose si esta es su última respiración.
Esta es una escena marcada por la tristeza, la ansiedad y la desesperanza.
Y, en mi humilde opinión, esto no tiene por qué ser así.

Tan natural como nacer

Creo que hemos perdido la inmensa sabiduría humana para tomar la muerte de una forma normal.
Creo que es hora de volver a hablar de la muerte y de recuperar esa sabiduría.
¿Cómo sería morir normalmente?
Morir, así como nacer, es sencillamente un proceso.
Creo que hemos perdido la inmensa sabiduría humana para tomar la muerte de una forma normal. Es hora de volver a hablar de la muerte y de recuperar esa sabiduría.
Gradualmente, la gente se va cansando, agotando.
A medida que pasa el tiempo la gente va durmiendo más y está menos tiempo despierta.
La familia puede ir aprendiendo en qué momento deben darle (al enfermo) las medicinas y cuándo dejar pasar a las visitas.
A veces puede ocurrir que llegue una visita o que sea la hora de darle un medicamente (al enfermo) cuando está dormido.
Ahí es cuando podemos darnos cuenta de que algo ha cambiado.
Es un cambio pequeño pero muy significativo.
Y es que en vez de estar dormida, esta persona está -temporalmente- inconsciente.
No los podemos despertar y no les podemos dar su medicina. No les podemos decir que ha llegado una visita.
Luego, cuando ellos se despiertan, nos cuentan que han dormido muy bien.
Por eso sabemos que este estado de coma no es aterrador.
Solo que nosotros no notamos este momento de pérdida de conciencia en el momento en que ocurre.

Sonido de la muerte

Así que a medida que pasa el tiempo, están menos despiertos, más tiempo dormidos, hasta que, al final, están inconscientes todo el tiempo.

Y el paciente se sentirá tan relajado que no aclarará su garganta y seguirá respirando con un poco de moco o saliva en la parte trasera de la garganta.
Puede que eso genere un ruido extraño.
La gente habla de ese sonido de la muerte como algo raro.
Pero eso quiere decir que el paciente está tan relajado, en un estado de inconsciencia tan profundo, que ni siquiera la saliva en la garganta les hace cosquillas, cuando las burbujas de aire entran y salen de los pulmones.
En los últimos momentos de vida, hay un período de respiración superficial y luego una exhalación a la que ya no le sigue una inhalación.
Kathryn Mannix, experta en cuidados paliativos
En los últimos momentos de vida, hay un período de respiración superficial y luego una exhalación a la que ya no le sigue una inhalación.
A veces es tan suave que las familias no se dan cuenta.
Por eso, la muerte normal, es realmente un proceso tranquilo, algo que podemos reconocer, para lo que podemos prepararnos y algo con lo que podemos lidiar.
Y esto debería ser algo para celebrar.
Algo con lo que podemos consolarnos los unos a los otros.
Pero como hablar de la muerte se ha tornado en algo incómodo, es, de hecho, el secreto mejor guardado de la medicina.
Por eso, en mi opinión, morir de esta manera es algo que deberíamos recuperar, es algo de lo que deberíamos hablar y algo en lo que deberíamos consultarnos mutuamente.
Nota original publicada en BBC Mundo

Dolor: el infierno en el cuerpo

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) define a éste como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, ligada a un daño tisular de los tejidos real o potencial, o descrita en términos de ese deterioro”. Sin embargo, esta definición no es precisa ni mucho menos, porque es algo individual. Nadie puede decir cuánto siente otra persona; sólo quien lo sufre en carne propia es capaz de saberlo.
“Por ejemplo, podemos observar manifestaciones de dolor en un neonato: cambios en su expresión facial, llanto, movimientos rápidos de sus piernas o cierta posición que adopta en su cuna, pero es difícil saber qué tanta molestia tiene. Es una experiencia intransferible”, dijo María Antonieta Flores Muñoz, profesora de Algología (estudio del dolor) en la carrera de Médico Cirujano de la UNAM, profesora titular del curso de Posgrado de Alta Especialidad de Algología en Pediatría de la misma casa de estudios y médico especialista adscrita a la Clínica del Dolor y Cuidados Paliativos del Hospital General de México Doctor Eduardo Liceaga.
El dolor puede ser causado por heridas o traumatismos, por enfermedades neoplásicas como el cáncer, por males degenerativos como la artrosis, por algunos genéticos como las neuropatías hereditarias, por procesos infecciosos como una cisticercosis cerebral, por sustancias tóxicas y por cirugías.
Según su tiempo de evolución, el dolor se divide en agudo y crónico. El primero es una señal de alarma: nos avisa que una parte de nuestro organismo está dañada o no funciona adecuadamente, dura corto tiempo y va disminuyendo conforme sana la dolencia. El segundo, por lo contrario, persiste a través del tiempo; es originado por una afección de base, se desarrolla sin un daño físico obvio y no tiene un mecanismo biológico protector como señal de daño tisular. En la actualidad, incluso, es considerado un padecimiento per se.

Físico y psíquico

De acuerdo con su etiología, el dolor se divide en físico y psíquico. A su vez, el primero se subdivide en nociceptivo (producido por una estimulación de los nociceptores o receptores del mismo) y neuropático (ocasionado por una alteración o enfermedad del sistema nervioso somatosensorial; puede ser central o periférico).
Algunas veces el nociceptivo es somático o visceral. El primero se produce por la activación de los nociceptores de los músculos, la piel o los huesos, y generalmente es de tipo opresivo y punzante. El otro ocurre por la activación de los nociceptores de las vísceras pélvicas, abdominales o torácicas; cuando se presenta en una víscera hueca, como el intestino, es parecido a un cólico; y cuando se manifiesta en una maciza, es de tipo sordo.
El neuropático se caracteriza por ser ardoroso, como descargas eléctricas o calambres, con sensaciones de piquetes de aguja, hormigueo y adormecimiento. Puede ser que no se vea un trastorno físico en ese momento, pero el funcionamiento de los nervios se altera y produce mucho dolor.
“Las personas a las que les amputan una pierna pueden padecer un dolor de miembro fantasma, que es de tipo neuropático. Sienten que tienen la pierna y que en ésta sufren calambres, ardor, piquetes y la sensación de que se les mueven los dedos. Para evitar estos problemas se les tiene que tratar, antes y después de la amputación, con neuromoduladores”, indicó.

Tipos de tratamiento

A la Clínica del Dolor y Cuidados Paliativos del Hospital General de México acuden personas con dolor crónico secundario a cáncer y otras enfermedades como el herpes zóster, lumbalgias (dolores de la espalda baja) y neuralgias.
“Por ejemplo, la neuralgia del trigémino (nervio que inerva parte de la cara) se manifiesta por medio de una molestia sumamente intensa con característica de toque o corriente eléctrica en la mitad de la cara (la puede haber alrededor de ojos, labios, nariz, cuero cabelludo, frente y mandíbula). El que se siente por esta forma quizá sea el más intenso conocido; ha llevado a algunas personas al suicidio”, apuntó Flores Muñoz.
Hay dos tipos de tratamiento: invasivo y no invasivo. El primero consiste en inyectar un fármaco para bloquear los nervios y así adormecer la parte del cuerpo. El segundo se subdivide en farmacológico y no farmacológico.
Sobre el farmacológico, la académica destacó que se utilizan analgésicos opioides (morfina, buprenorfina, oxicodona, tramadol, tapetandol, fentanyl, hidrocodona e hidromorfona, entre otros) y no opioides (analgésicos antiinflamatorios no esteroideos). Otro grupo de medicamentos, los neuromoduladores (gabapentina, pregabalina y amitriptilina, entre otros), actúan como analgésicos coadyuvantes para el de origen neuropático.
El no farmacológico consta de una terapia psicológica cognitivoconductual para que el paciente aprenda, por medio de ejercicios de respiración, de relajación, de imaginación y de autohipnosis, a controlar la sensación que padece.
“También recurrimos a la terapia física, que es fundamental. Se dice que para que una persona con dolor crónico tenga una buena evolución, hay que darle no únicamente fármacos, sino también terapia física y psicológica. Sólo así podrá volverse a integrar a su vida social”, aseguró la especialista.

Por cáncer testicular

El cáncer testicular se presenta, por lo general, entre los 15 y los 35 años de edad, y puede ser muy doloroso. Ahora bien, si se diagnostica a tiempo, es curable. No obstante, aún hay muchos casos de esta enfermedad en etapas avanzadas. Por ello, Flores Muñoz recomendó a los adolescentes y adultos jóvenes autoexplorarse constantemente los testículos.
“Así como las mujeres lo hacemos con las mamas, los hombres se tienen que autoexplorar los testículos, de preferencia cuando se bañan porque en ese momento éstos se encuentran en el escroto. Primero se deben familiarizar con su textura. Si uno de los dos está duro como un hueso de aguacate o presenta algún abultamiento, cuidado: tienen que ir de inmediato con el médico para que les mande hacer un ultrasonido testicular.”

En niños

En el Hospital General de México, Flores Muñoz atiende a niños. Su primera observación en relación con este tema es la siguiente: si dicen que les duele algo, hay que creerles, pues entre ellos rara vez se dan casos de tipo psicológico.
“Recuerdo con tristeza a un paciente de 15 años que tenía dolores de cabeza y se quejaba de que no podía ver bien. Nadie le hacía caso: le decían que lo suyo era psicológico, que no quería aceptar su realidad, y lo internaron en un hospital psiquiátrico. Al poco tiempo quedó ciego por un tumor en el hipotálamo. Del tumor se curó, pero perdió la vista. Cuando un pequeño dice que le duele algo, hay que creerle y estudiar las causas.”
Algunos nacen con onfalocele o gastrosquisis, malformaciones congénitas de la pared abdominal que al ser manipuladas resultan muy dolorosas (las vísceras están por fuera, por lo que es necesario meterlas mediante cirugía). La académica y especialista trata el dolor de estos infantes.
También atiende a niños con cáncer; con dolor neuropático; a niños que tuvieron un accidente, que han sido víctimas de la violencia, con migraña, y a adolescentes con otras enfermedades que aún no han sido diagnosticadas, pero cuyos efectos y origen ella intenta controlar y descubrir. “A los recién nacidos los vuelvo a ver al año de haber sido dados de alta de la terapia intensiva, para estudiar su desarrollo”, concluyó.

Umbral

María Antonieta Flores Muñoz recordó que Vicente García Olivera, el padre de las clínicas del dolor en México, decía que el más fuerte es el del alma. “Pero si hablamos en términos de dolor físico, hay múltiples y muy intensos. Un ejemplo es el llamado Síndrome de Dolor Regional Complejo; es de tipo neuropático: ardoroso, como calambres, y ocasiona cambios de coloración en la extremidad o la parte del cuerpo afectada (a veces se pone morada, pálida o enrojecida). Asimismo, son extremadamente fuertes por cáncer, litiasis (piedras en las vías urinarias) y herpes zóster. Con todo, no puedo afirmar que uno sea más intenso que otro porque cada individuo lo experimenta de una manera diferente”, añadió.
Hay variaciones genéticas e individuales en cuanto al umbral. Al respecto, se sabe que las personas que de recién nacidas padecieron algún tipo, tienden a ser más sensibles a éste que las que no lo sufrieron; el temprano queda grabado en la memoria biológica de su organismo, por lo que tienden a tener un umbral más bajo.


Nota de Roberto Gutiérrez en Gaceta UNAM

Mejor calidad de vida con cuidados paliativos previos

Los pacientes deben recibirlos de manera precoz y no postergarlos

La vida como senda hacia la muerte es fatal; por ello, cualquier acción sanitaria se convierte en cuidado paliativo, lo que realizan los médicos puede considerarse así, señalaron especialistas y académicos en el Segundo Taller Internacional en la materia.

Los ponentes expusieron –en seis paneles, en la Unidad de Seminarios Doctor Ignacio Chávez– que con el propósito de contar con más y mejor calidad de vida y muerte, los pacientes con síntomas descontrolados deben recibir ese tipo de servicios de manera precoz y no postergarlos hasta el final o el agotamiento de la salud. Igualmente, se tiene que ofrecer atención psicosocial para el binomio enfermo-cuidador desde el diagnóstico de la afección.

Aspectos emocionales
En el evento coorganizado por la Facultad de Medicina de la UNAM, la Academia Nacional de Medicina, el Mayo College of Medicine y The Aspen Institute México, Eric Roeland, director de investigación en la Clínica de Oncología de la Universidad de California (San Diego), dijo que en el caso de enfermedades como el cáncer en etapas avanzadas, se consideraba que era conveniente esperar a que “el paciente cayera por el otro lado de la montaña”, pero ahora, desde el primer día, se debe concretar una integración temprana y simultánea.

El especialista en cáncer gastrointestinal refrendó que, en este caso, quienes recibieron cuidados paliativos precoces tuvieron mejor calidad de vida y vivieron más de lo estimado.

En el panel Emotional Aspects in Palliative Care, Arif Kamal, de la Universidad de Duke, presentó un inventario de agotamiento en profesionales dedicados a este tipo de atención.

“Un estudio realizado entre mil 300 médicos de Estados Unidos, en este ámbito, arrojó que 67 por ciento dura sólo una década dedicado a estos cuidados, pues expresan altos niveles de agotamiento físico y emocional por la exposición prolongada de estresores naturales, lo que les ocasiona desequilibrio entre el trabajo y la vida personal, además del uso de ansiolíticos, drogas, alcohol y hasta errores”, expuso.

Por su parte, Gina Tarditi, del Instituto Nacional de Cancerología, aseveró que la regla de oro para mejorar estos servicios es la comunicación óptima entre médico y paciente.

“Debe ser con contacto ocular y tono de voz adecuados, empatía y cercanía física, saber escuchar, además de otorgar la información oportuna con lenguaje asequible”, subrayó.

Cuestiones legales


En la moderación de la sesión e inauguración del taller, estuvo Juan Ramón de la Fuente, exrector de la UNAM, quien como presidente del Consejo Directivo de The Aspen Institute aseguró que por medio de publicaciones e investigación se ha impactado en el marco normativo de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios con la idea de tener acceso y disponibilidad de analgésicos opioides.

“La ley se ha modificado, contamos con elementos formativos y divulgamos conocimiento con más de dos años que llevamos con este proyecto (en pro de la disponibilidad de analgésicos opioides); este taller también contribuye y no es un eslabón más”, expresó.

Al realizar la declaratoria inaugural, Enrique Graue, director de la Facultad de Medicina, dijo que el foro proporciona continuidad temática al emprendido en la primera ocasión; ahora, como parte de un cambio de legislación sobre los opiáceos, representa un avance en la salud de México.

En el Panel Supportive Care Challenges, Argelia Lara, del Departamento de Medicina del Dolor y Paliativa del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, indicó que se requiere encontrar la palabra correcta para nombrar a los cuidados de pacientes con síntomas descontrolados.

“Hay que tener clara la semántica: cuidados de soporte, paliativos u hospiciarios; aquélla sí importa a los pacientes y médicos. Debemos nombrarlos de ‘soporte’, pues es menos amenazante y global, porque hasta dónde la palabra paliativo da esperanza”, se preguntó.

Para Jarrett Richardson, de la Mayo Medical School, en este ámbito deben incluirse afecciones mentales como ansiedad, depresión, encefalopatía y esquizofrenia.

Finalmente, sugirió que una estrategia, en cualquier padecimiento con alto valor terapéutico, es la escritura y redacción de un legado interno, una especie de testamento espiritual que dejará en paz al paciente y a sus familiares.

Nota de Leonardo Frías en Gaceta UNAM

Presentan la 2da edición de la plataforma Cuidados Paliativos

Hoy en día, en México hay cerca de 9.8 millones de personas mayores de 65 años, pero para 2050 se calcula que alcanzarán los 23 millones, y la mitad de ellos podría presentar enfermedades cerebrovasculares o padecimientos como el cáncer, que implican un deterioro y requerirán cuidados paliativos, afirmó el rector Enrique Graue Wiechers.

Por ello, al presentar la segunda edición de la plataforma en línea Cuidados Paliativos: Calidad al Final de la Vida –del Seminario de Estudios sobre la Globalidad de la UNAM, que prepara a personal de la salud encargado de apoyar a pacientes– se pronunció porque los años de sobrevida que está alcanzando la población mexicana los pase en las mejores condiciones.

“Vamos a requerir de más cuidados paliativos y queremos, en la medida de lo posible, morir en nuestras casas. En Estados Unidos más de 50 por ciento de quienes fallecieron en un hospital no tenían por qué hacerlo allí”, señaló.

Graue Wiechers también se manifestó porque al ingresar a los nosocomios los pacientes puedan declarar si desean o no recibir medidas extraordinarias para sobrevivir y expresar su decisión de donar órganos.

Vejez más larga

En el Auditorio Raoul Fournier Villada de la Facultad de Medicina, Juan Ramón de la Fuente, exrector de la Universidad Nacional y coordinador del Seminario de Estudios sobre la Globalidad, coincidió en que el incremento en la esperanza de vida significa una vejez más larga y en la que deben respetarse los derechos de los enfermos.

“El médico familiar tiene que preguntarle al paciente, sobre todo al de cierta edad: ¿Has pensado qué quieres hacer cuando se acerque el final de la vida? No lo cuestionamos, no nos atrevemos. ¿Si no pudieras tomar las decisiones, quién quieres que lo haga, un hijo, tu cónyuge? Todos somos importantes hasta el último momento que estamos vivos; como personas, tenemos el derecho a elegir y hay que decirlo; no hay que confundirlo con la eutanasia“, aseveró.

De la Fuente subrayó que es necesario que este derecho sea reconocido en ordenamientos legales como la Ley General de Salud, y añadió que próximamente se planteará a las autoridades la posibilidad de que en el expediente clínico se incluyan formatos de aceptación o no de tratamientos de soporte vital.

Muerte digna

Mariana Navarro, integrante del Seminario de Estudios sobre la Globalidad, explicó que el taller en línea está centrado en profesionales de la salud, estudiantes de licenciatura y técnicos.

Desde 2013, agregó, se han impulsado iniciativas relacionadas con la muerte digna y los cuidados paliativos, entre ellas están el haber realizado dos versiones del International Workshop Palliative Medicine. El primero tuvo 130 participantes y el segundo 165.

Entre septiembre de 2014 y octubre de 2015 se puso en línea el Taller de Cuidados Paliativos Básicos, al que se inscribieron 502 personas de 28 estados de la República Mexicana y de países como Guatemala, El Salvador y Perú. Cincuenta y uno por ciento de los alumnos eran habitantes de la Ciudad de México.

En la presentación de la plataforma estuvieron Roberto Tapia Conyer, director general de la Fundación Carlos Slim, y Germán Fajardo Dolci, director de la Facultad de Medicina, así como académicos y estudiantes.


Nota de Mirtha Hernández en Gaceta UNAM











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