martes, 30 de enero de 2018

Estar a la distancia justa

Qué hay que hacer ? – dijo el principito
– Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…”
         Algo importante que los enfermos me han ido enseñando es a acompasar mi paso a su paso… En nuestro afán de ayudar, de aportar bienestar a las personas en las situaciones que las hacen más vulnerables, tantas veces lo hacemos sin centrarnos profundamente en ellos.
         Bienintencionadamente queremos forzar su momento, sacarlos del  aislamiento, del aturdimiento, de la apatía, de la agresividad que son parte normal del proceso de adaptación y aceptación de lo que les está ocurriendo.
        Cuando actuamos así no nos vemos y no los vemos. No percibimos que, con frecuencia, lo que intentamos subsanar es nuestra propia incomodidad ante el dolor. Se nos hace difícilmente soportable estar cerca de alguien a quien no sabemos consolar, cuyo dolor no podemos hacer desaparecer, cuya agresividad nos alcanza y nos impide hacer nuestro trabajo sin conflictos; nos sentimos impotentes cuando nuestra batería de herramientas se nos evidencia insuficiente, ineficaz y eso nos frustra y nos vuelve nerviosos, incómodos, impacientes, evitativos. Nos evidencia nuestra propia vulnerabilidad…
        Y así se nos hace difícil verlos. Percibir profundamente lo que están viviendo y lo que desean transmitir. El paisaje interior que están atravesando y cómo desean verdaderamente que estemos para ellos.
        Por supuesto que tenemos que acompañar estas fases y que el objetivo y el deseo es que lleguen a la aceptación serena y en paz desde donde comprendan íntimamente lo que están viviendo, y desde ahí, puedan desplegar la fuerza interior que necesitan para afrontarlo y llegar a vivirlo con paz, incluso con gozo.
        Pero este camino hemos de hacerlo con un respeto y una delicadeza exquisitos. Con una firme confianza en la persona: es ella quién nos indicará sutilmente cómo desea ser acompañada. Es ajustarnos a sus necesidades de cada momento, no a las nuestras. Es estar tan presentes a ella que podamos escuchar sus silencios, asomarnos sagradamente a sus abismos, apartarnos tanto como desee sin mover nuestra presencia un ápice, ser exactos intérpretes del significado de sus palabras como si tuviéramos ante nosotros el más preciado códice descubierto…
        La persona en cualquier circunstancia, pero especialmente en los momentos de dolor, necesita que le brindemos el espacio profundamente amoroso de respeto y acogida suficiente y justo para que sea ella quién elija cuándo acoger la presencia y cuando decidir retirarse a su interior.
Eso es ACOMPAÑAR.
ESTAR en la justa medida.
         Desde ahí ofrecemos el Círculo Protector que alimenta para poder atravesar con dignidad ese camino sagrado del misterio del Dolor que se abre a la paz…incluso al sereno gozo en medio de la noche oscura hacia esa grandeza del ser humano que se levanta hermoso en medio de cualquier circunstancia. Desde ahí llegamos a gozar del Regalo precioso de su confianza y ese milagro que ocurre en nuestra labor cuando otro ser humano nos permite el privilegio de Acompañarlo.


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